MISOGINIA LABORAL.

Por: Liz Carreño.
Promotora de la lectura Prehispánica para niños.
Se habla mucho de igualdad y la importancia de la equidad entre hombres y mujeres en todos los campos de nuestra cotidianidad. No podemos negar que hemos andado varios pasos sobre este sinuoso camino, pero seguimos a años luz de hacer efectivas estas transformaciones en todos los ámbitos en los que nos desempeñamos.
Las arraigadas formas de educación bajo las que vivimos por décadas, nos arrastran y algunas ocasiones de maneras muy sutiles salen a flote en conductas violentas, molestas y crueles hacia las mujeres, solo por el hecho de serlo.
En el entorno laboral es común encontrarse hombres apropiándose de ideas o conceptos que originalmente eran de una mujer o hacer evidente una vulnerabilidad femenina para restar crédito y reconocimiento, vanagloriándose y obteniendo beneficios.
La lista de acciones es innumerable y aunque no parecen una evidencia de maltrato, habría que analizar críticamente las estructuras y formas de expresarse, pero cuando vemos que no es equitativa la distribución de proyectos, las promociones dentro del equipo de trabajo, el nombramiento de “incondicionales”, la complicidad fraternal o hasta las dudas al presentar una solicitud o queja, nos estamos encontrando de frente, con la MISIOGINIA LABORAL.
Por supuesto, es fácil desestimar una idea femenina, porque está hormonal, o lo que necesita es un hombre, o seguro está menopáusica, entre muchos de los comentarios que se dicen de manera espontánea y a modo de burla.
La violencia aparentemente simbólica no siempre es identificable, no pasa desapercibida, pero nos hemos acostumbrado a vivirla que tal parece que ya no la notamos, sentimos esa pequeña molestia que no sabemos explicar y como no luce grave para poner una queja oficial, hasta dudamos de nosotras mismas, nos sentimos exageradas o en extremo sensibles.
Debe quedar claro que no existen tareas o asignación de roles estereotipados, tampoco son normales las interrupciones constantes cuando intentamos dar nuestra opinión o los comentarios sexistas.
Y por si fuera poco, todas estas acciones se exacerban cuando la mujer adquiere una posición de poder, tal pareciera que los “subordinados ofendidos” en cuestión, dedican su tiempo y esfuerzo en encontrar errores, en criticar debajo del agua cualquier actitud que consideran equivocada, en buscar manipular al más débil o inocente para exponerlo a que sea quien dé la cara, porque hasta eso, actúan de encubiertos, se convierten en supervisores laborales listos para desestimar cualquier idea o proyecto por bueno que sea, simplemente porque no salió de ellos o su equipo.
No falta el claramente ofendido porque una mujer está en lo alto en su organigrama, y eso le causa tal descontento e indignidad, que no solo se autoexcluye del trabajo colaborativo, si no parece que lo mantiene castrado mentalmente impidiendo que recuerde guardar las formas y se la vive vociferando mentiras exageradas haciendo un triste papel de falsa víctima.
Y que me dicen del que atribuye cada acierto a un acostón y no al talento, preparación y esfuerzo, ya que es más sencillo de explicar, que tener que aceptar que una mujer lo logró y no su amigo, su bro, su hermano…
La violencia de género en el ámbito laboral es algo con lo que las mujeres viven constantemente por el sólo hecho de ser mujeres. La discriminación y el acoso u hostigamiento laboral hacia la mujer son actos notorios en México.
La misoginia y los micromachismos son una manifestación de acciones relacionadas a la desigualdad de género y en pleno siglo XXI, siguen formando parte de la sociedad y de los espacios de trabajo.
No solo nos enfrentamos con la obligación de crear conciencia, de modificar la educación, de capacitarnos e implementar políticas inclusivas para combatir estas costumbres tan arraigadas en nuestra piel, debemos hacernos escuchar porque violencia no solo es gritar, no solo es acosar, no solo es golpear.
Tiene que ser obvio, que el largo de mi falda no tiene nada que ver con mi inteligencia y calladita no me veo más bonita, por eso te invito a ti mujer que me estás leyendo a expresarte también, hay que hacerse escuchar tantas veces sea posible hasta que el eco sea tan fuerte, que no sea necesario escribir del tema como un problema vigente, si no como un amargo recuerdo.
